Y así es como llega la pareja a la sesión: con una sensación de que hay un problema grave que no son capaces de resolver. La terapia intenta que las parejas encuentren soluciones a sus problemas dentro de su particular manera de funcionar, de ninguna manera imponiendo la visión o los prejuicios del terapeuta. Como he dicho antes son ellos los que definen su modelo de pareja.

Uno de los primeros objetivos es el de apoyar, fomentar o, en el caso de que esté deteriorada, reestablecer la comunicación. Que ambos puedan expresar al otro cómo se sienten y qué necesitan en la relación y a partir de aquí buscar acuerdos, negociaciones o soluciones que sean satisfactorias para los dos. Restablecer la comunicación no es solo hablar. Conlleva saber escuchar las necesidades del otro y poder expresar las propias.

Paralelamente se plantea el trabajo individual de ambos, ya que la pareja, como cualquier otra relación, es un punto de encuentro con lo externo, con el “otro”. A esa relación llegamos cargados de nuestras expectativas, valores, deseos y necesida des; pero también llegamos con nuestros miedos, exigencias y manipulaciones. Es importante también cierto trabajo individual donde podamos darnos cuenta más claramente de cómo nos relacionamos con nosotros mismos (cómo nos vemos, cuáles son nuestras carencias, nuestros puntos fuertes) y cómo influye eso en el otro y en la relación. Cómo, cuando y de qué manera damos, pedimos, recibimos, dañamos y en qué momento nos hacen daño.

Por último me gustaría decir que mas allá de solucionar una crisis, la función de la terapia es dotar a los integrantes de la pareja de herramientas para que puedan encarar el futuro. Para que puedan decidir lo más libremente posible si quieren estar con esa persona y cómo quieren estar. Tener herramientas para poder afrontar los cambios que la pareja toma con el paso del tiempo o, en última instancia y si eso es lo que queremos, poder decidir que la relación ha llegado a su fin.
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